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por NORBERTO CHAB

REQUIEM

Semanario éramos todos

Eramos veinteañeros, y nos mezclábamos en una sola redacción los de todas las revistas, en una especie de gozosa estudiantina. Entonces no había egolatrías ni egocentrismos, sino trabajadores del oficio (obreros de la construcción, me gusta decir, porque al final construimos fantasías para que muchos otros crean que la vida es a cuatro colores y en papel ilustración de 65 gramos). 
Eramos el Cabezón Mario, Aníbal, el Cuis, el más burro de todos que era yo. Aprendíamos de los maestros que estaban a nuestro lado: Julito Bornik,Julio César Petrarca (que hacía unos reportajes extraordinarios en las temporadas marplatenses), Carlitos Eichelbaum, Alejo Sáez Germain. 
Y los de las deportivas, además: Mario Stilman, Norberto Colominas, Pacho Vera, el Gordo Secchi (Naúm Zalcman ya había dado el salto a Comercial, el increíble Néstor Dores quedaba afuera). ¡Mirá si esos tipos se la iban a creer!
Por encima de todos, mi hermano del alma, Gachi Martolio, a quien habían despachado con un viaje a Europa por un año, después de cierta leyenda acerca de un cachetazo (jamás se lo pregunté, ¿cómo iba a perpetrar esa grosería? Pero con todos los que dijeron ser testigos se podría haber llenado dos Gasómetros).
Mientras, afuera reinaba la oscuridad (que traga y no convida, al decir de Fernando Cabrera), y Corrientes dejaba de ser “la calle de nunca duerme” para subsistir en una lenta agonía de lúmpenes y sirenas policiales. 
Era a fines de los setenta. 
Nosotros vivíamos una fiesta eterna desde adentro.
Más todavía cuando apareció Semanario. No entendíamos bien la fórmula, pero nos gustaba. Como dijese San Agustín, si nadie me lo pregunta lo sé, pero si quiero explicárselo a quien me lo pregunte, no lo sé.
Allí trabajé desde su número 1.
A comienzos de los 80 me fui de Semanario, de Corrientes y Talcahuano, de esa editorial.
Volví una década después. Un privilegio: me llamaron para ir a Semanario. Otra vez. Estaba tal como la había dejado: inexplicable como en sus días fundacionales. Seguro que por eso era tan exitoso y querido. Pero lo mejor ocurría puertas adentro: conservaba ese espíritu de cofradía de los primeros días. 
De algo estoy seguro ahora: estar allí nos hacía mejores personas.
En los últimos años se debe haber acentuado algún sentimiento de falta de pertenencia desde las más altas jerarquías (Tiene su lógica: la gerentocracia desplazó a las redacciones).
Estoy seguro de que no tiene que ver con la crisis económica, con los vaivenes del mercado, con el envejecimiento de la fórmula.
Una vez más: si no me lo preguntan lo sé. Pero si tengo que explicarlo me pierdo. Preferiría no hacerlo. Además, ya no estoy allí. Pero si me dan a elegir, de todos los lugares por los que pasé en esa editorial, soy de Semanario.
Y si me vienen a buscar, sigo en esas redacciones: Corrientes y Talcahuano primero, Sarmiento al 1100 en los noventa.
Cerrando otra edición de una revista mágica y milagrosa, que nunca necesitó comprar un linaje que no necesitaba ni mentir un prestigio que no tenía. Porque todo lo que era estaba a la vista, y no había que explicarla.

(La redacción a fines de los 70: Villoldo, José Luis Ponsico, Cecilia Tieri, Del Río, Roberto Cinti, yo, el Gordo Carnevale, Betty -mirá, Julia Lunghi-, Chipy Noroña, el Panther Sergio Ignacio Vijande Rivera, Aníbal, José Luis -que era el cuñado del Gordo Paladino-, Frese. Abajo: Marcarián, Norberto Dupesso, el Turco Meligeni. Semanario éramos todos, aunque no lo fuera ninguno).

 

(Afanado del muro de Facebook de Norberto Chab)

por JOSE LUIS PONSICO
por JOSE LUIS PONSICO

MARIO VALERI

La impronta de un tipo sabio

Pudo ser entre 1979 y´80 cuando Roberto Gasparini el querido co. de  militancia peronista, gremio de Prensa,  afectado no sólo por reiteradas   intervenciones militares... mucho más las represalias en el´76, de siempre poderosas empresas periodísticas, empezando por "Clarín".
Todavía te falta conocer al gran Mario Valeri" decía Roberto en el´79 en un tiempo donde germinaba la Agrupación Peronista de Prensa "Raúl Scalabrini Ortiz" en casa de Rodolfo Audi, barrio de Caballito, cerca de Plaza Irlanda, donde llevaba a mís dos pequeños hijos a jugar.
Tiempos difíciles. Debo decir que la comunidad marplatense en el orden de los periodistas, algunos "exiliados" en el caso que me incluye, otros por considerar "agotada" la etapa de la Aldea, nos reencontramos en la ascendente Editorial Perfil.
Aquí, párrafo aparte para José Andrés Soto, cariñosamente "Uwe Seeler" para el suscripto, referencia del legendario "Tanque" alemán, 9 de punta,  cuatro mundiales en su haber, modo de defender la pelota de espaldas en los inevitables "picados" de cronistas y futbolistas, ya frustrados.
Soto, pacientemente, como un tejedor, fue recoletando como si fuera un labrador a tipos muy distintos. Todos colegas, algunos ex compañeros suyos en Redacciones marplatenses. Así, llegamos Jorge Palumbo, Julio César Petrarca, antes Cecilia ThierI y el suscripto. Casi, de "colado".
 Andrés armó el trencito ... "El Marplatense". Tiempos que nacía Semanario   Ahí, entonces se dio el encuentro: Mario Valeri y el dicente, previa una  presentación de Roberto Gasparini. "Don Mario, él (por el suscripto) es un  corazón abierto a River, el peronismo y los amigos", dijo en su exageración Valeri al tiempo se transformó en "mí padre". El verdadero José Luis Ponsico, fallecido de un síncope cardíaco noviembre del´65. Cuando el dicente recién terminaba el Secundario. Sin saberlo, Mario lo reemplazó, cuarto de siglo más tarde
 La mirada de Valeri adelantaba el pensamiento. Sus pausas y el toque de humor británico, hacía el resto. Un Groucho Marx "de bolsillo". Todos los días  ante su señal, bajábamos a tomar el cafecito, ambos acodados en mostrador de la confitería Bristol, frente a la Editorial, Sarmiento al 1100 Infaltable cita de los mediodías. El país, la vida cotidiana, laboral, River y la larga noche de la dictadura, temas centrales... Me enriqueció siempre.   Mario había pasado largamente los 50 y el suscripto llegaba a 32. Unos 25 años de diferencia. Clave en la amistad. 

Podría citar una decena de "salidas" del gran Valeri que vivió hasta los  75 ... O por ahí. En el´80, pudo ser 81 ... derribaban el querido estadio de San Lorenzo, inolvidable Viejo Gasómetro que quiere restituir el mediático Tinelli.
 "Víó Mario... El brigadier (Osvaldo) Cacciatore no para con los derrumbes.  Casas, plazas, lugares, paseos ... calles, baldíos ... Con el tema de la futura  autopista ... " alcancé a decir.
 Valeri escuchó en el pasillo de la entrada pegada a la mueblería por la calle Sarmiento. Tocó el botón del ascensor para subir al segundo piso. Me miró  y comentó:

"Quedará en la historia como el único Intendente de la historia de la humanidad que cuando dejó el cargo quedaban menos casas en la ciudad que administró que cuando llegó", dijo Mario Valeri
Cosas veredes.
Admiraba a Angel Labruna y al Negro Jota Jota López

Aniversario en Fechoría

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Hallazgo de Hugo Ropero, publicado en su Facebook durante el primer año de pandemia del coronavirus. La foto, en Fechoría, fue tomada cuando el restaurante todavía era refugio de la farándula y los serenitos salían a pescar notas todas las noches.  Preside la mesa Don Pepe De Thomas, lo escolta Jorge Omar Novoa. Héctor Mauggeri intenta protagonismo. Enfrente, el doctor Hugo Golberg, Rubén Schofrin y  en primer plano Eduardo Del Río.  En Facebook, Hernando Kleimans gritó "piedra libre para el gordo Paladino". 

Los dos más grandes

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Hector Larrea.jpg
SEMANARIO se lanzó con un aviso de 3x20 en Clarín y algunos canjes en el interior. Cuando las ventas lo permitieron llegó a la televisión: el aviso se grabó en los estudios de ATC, con el mejor de todos, Antonio Carrizo. Muchos años después, cuando la revista fue relanzada a color, el locutor elegido fue otro grande, Héctor Larrea, que con su inconmesurable modestia aceptó cerrar la promoción del concurso diciendo: “Es tan fácil que hasta yo lo entiendo”. Antonio cobijó con su amistad a nuestro querido Jorge Omar Novoa; Larrea comparte micrófono con un pedazo de Semanario, Norberto Chab.
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Febrero del 88 en Mar del Plata. Carlos Lunghi y Claudio Gurmindo cubrían la guardia para Semanario en la comisaría de Mar del Plata donde estaba detenido Carlos Monzón cuando apareció Alberto Olmedo para visistarlo. Desesperados por obtener la nota, los camarógrafos de Canal 9 cayeron a los pies de Lunghi y al lado de Olmedo. La foto fue tapa del diario El Atlántico.
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Semanario en Monte Caseros

Enero de 1988. Se produce en Monte Caseros el segundo levantamiento carapintada contra el gobierno de Raúl Alfonsín. Marcelo Pichel, un histórico de Semanario, partió hacia la provincia de Corrientes al frente de un grupo de redactores y fotógrafos de la revista La Semana para cubrir el acontecimiento para toda la editorial Perfil. No era facil entrarle a la gente. Nadie quería hablar. Hasta que Pichel decidió cambiar el enfoque de la cobertura y se presentó como redactor de Semanario. En un instante, todo cambió. Los reticentes pasaron a ser como de la familia, casi todos eran lectores de Semanario, les allanaron el camino y poco después el grupo se aproximaba insólitamente -a la manera de Semanario- a los cuarteles del regimiento de infantería de Monte 4 a bordo de la locomotora de un tren de cargas del Ferrocarril Urquiza.

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