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Jorge Omar Novoa fue uno de los fundamentales de Semanario, desde la primera edición. Era capaz de pasear a Moria Casán en un trencito por la costa marplatense o reportear a Mister Ed grabador en mano. Pero también de entrevistar a todos los prohibidos, uno por uno, en plena dictadura, su gran amigo Víctor Heredia en primer lugar. En la década del 90 atravesaba media Buenos Aires en su veloz silla de ruedas de motor eléctrico para escribir sus notas en la redacción de Perfil.  Murió el 29 de enero del 2008.

Lenke y Ludwing Süllos se llevaron sus enigmas

Lenke y Ludwig Süllos se llevaron sus enigmas, no sólo el que ahora ocupa a los medios más diversos, el pacto suicida, a mi juicio lo menos enigmático de sus vidas, sino también los muchos que trajeron desde Europa y acrecentaron y alimentaron primero en Banfield y luego en Vicente López.  Imagino la cara de Luis, entre impávido y desorbitado, su extraña expresión discepoliana, cumpliendo el mayor acto de amor de su vida, facilitar el tránsito de su adorada Lily a otra de sus vidas, para luego salir en su búsqueda. Es que tanto Lily como su hermano creían en la reencarnación,  ella escribió un libro sobre el tema y solía recordar (?) en privado sus tránsitos anteriores por este mismo planeta, en el Imperio Autrohúngaro o la Antigua Grecia. Por lo tanto, y si millones de personas creen en el Dalai Lama, por qué no imaginar que el 15 de setiembre del 2013, en algún lugar del mundo, esta vez bajo el signo de virgo, ha nacido el niño o niña que portará la esencia individual de Lily Sullos.

Lo que más le gustaba a Lily era escribir cuentos y le dolía que no tuvieran el mismo éxito que sus predicciones astrológicas . Sus fantásticos relatos eran mezcla de ficción y realidad, como su vida misma. Las biografías dicen que nació en Budapest, pero ella me contó alguna vez que había nacido en una región de Transilvania , otrora parte del Imperio Austrohúngaro y hoy Rumania, y que luego de la guerra dijo que había nacido en la capital magyar para que nadie dudara de su nacionalidad. Era orgullosamente húngara y amaba Budapest.

Muchos de sus cuentos se pueden leer en internet (http://www.lilysullos.com.ar/cuentos.htm). Algunos han pretendido que sus horóscopos también han sido ficción. No es cierto. La seriedad de Lily Sullos con su trabajo era impresionante. La edición de su anuario siempre fue difícil para quienes tuvieron que trabajar con ella porque era obsesiva con cada explicación, reclamando espacio para explicar más y más sobre cada signo, cada cuadrante, cada ascendente y reiterar hasta el hartazgo que sus libros no eran predicciones, no adivinaban el futuro ni DETERMINABAN (lo escribía en mayúsculas) porque “el astrólogo no es un mago, no tiene poderes, sólo conocimientos”. Eso la enorgullecía: sus conocimientos, toda una vida estudiando el movimiento y posición de los planetas y sus efectos en cada lugar del cielo.

Luis también escribía cuentos:   “De la tierra surgió un objeto como de diez metros de largo. Su temperatura era de más de 30.000 grados, como el arco eléctrico. Emitía una radiación tan intensa que fundió todas las rocas en su derredor. Tres personas que estaban cerca fueron instantáneamente vaporizadas. Estuvo algunos minutos radiando en un lago de lava que hervía con violencia. Luego desapareció probablemente bajo tierra. El lugar quedó tan radioactivo que no es posible acercarse a menos de un kilómetro.  Las fuerzas armadas locales rodearon la zona y mantienen el suceso bajo el más riguroso secreto. Nadie sabe lo que fue”.  No era fácil comprender a Luis, inteligente y sagaz, inseparable y siempre protegido por Lily, mucho más que una hermana, por lo menos una madre.

Lily tenía, además, rasgos de fidelidad poco comunes en los tiempos que le tocó vivir en esta encarnación. En los años 80, cuando Perfil publicó el primero de sus 31 anuarios astrológicos,  y hubo que firmar un contrato, exigió una cláusula inédita: el convenio perdería validez si la familia Fontevecchia dejaba de ser propietaria de la Editorial.

Según sus propias definiciones para su signo, debía ser “astuta, encerrada, enigmática, pacífica, contemplativa y eterna buscadora de equilibrio y armonía”. Causa de los astros o efecto de su propio convencimiento, Lily Süllos era así.  

(por José Andrés Soto, publicado en Semanario el 17/9/13)

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Pichi Fernández

(29/2/40 – 12/7/19)

 

Hubo muchos fans de Semanario. El número 1, al menos cronológicamente, fue Pichi Fernández. El día que salió a la venta el primer número de Semanario, Pichi entró exhultante a la redacción del quinto piso de Corrientes 1302, con una revista en la mano: “¡Es un éxito!”, me dijo y me felicitó. “Todavía no salió a la venta, Pichi”, le advertí. “Rompe todo, creeme”, insistió. En horas supimos que la primera edición se había agotado.

Nolberto (con ele) Fernández era un optimista y con su optimismo nos empujaba a todos. Comenzó en El Ciclón con Alberto Fontevecchia, creó el primer equipo de fotógrafos de Editorial Perfil y formó tantos laboratoristas y fotógrafos, en Editorial Abril, La Hoja del Lunes, etc. etc., que se ganó el mote de “el padrino”.

Cuando Semanario recién había cumplido cuatro meses, Edgardo Martolio, otro fanático de la primerísima hora, quedó a cargo de la redacción y con Pichi viajamos a Oriente. La foto fue tomada en el aeropuerto de Honolulu, camino a Tokio. Con anécdotas de ese viaje que se gastaron de ser contadas, con su permanente espíritu de colaboración para lo que fuere, conseguir el contacto necesario o hacer las mejores pizzas, fue creciendo una amistad que Pichi supo alimentar con su inmensa bohonomía.

ANDRÉS SOTO

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Martes 7 Julio, 2020
 DANIEL PLINER
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Queremos tanto a Pliner,

el irónico hombre del moñito

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Hugo Asch despide a Daniel Pliner, un "gran editor de revistas, un conductor de redacciones, un amigo".

 

POR HUGO ASCH

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Me reencontré con Daniel Pliner en 1982, en la redacción de la Revista Perfil. Él pensaba que yo era un pibe de barrio algo elemental que sabía de boxeo y yo creía que era el clásico high class que usaba moñito de puro frívolo. Ambos nos equivocábamos. Lo averiguaríamos pronto. Daniel era un exquisito que, por estas cosas de la vida, trabajaba como periodista. Culto, un virtuoso de la ironía, buen lector. Escribía maravillosamente. Era un gran editor de revistas, un conductor de redacciones ‒de grupos, dirían en el fútbol‒, alguien capaz de sacarle agua a las piedras. Fundamental: en el periodismo siempre hubo más piedras que agua. Me pasé la vida en revistas que jamás compraría. Solo con Pliner trabajé con placer, poniendo alma y corazón, sintiendo que el medio que hacíamos era realmente parte de nosotros.   El coimero llama dos veces   La primera vez fue en la loquísima revista Perfil (1982), un medio de culto, genial, injustamente olvidado de ‘la historia oficial’. Después, en el diario PERFIL de 1998, un lujo total que terminó en catástrofe. Fue Daniel quién me avisó, a la una de la mañana, que mi columna ‘Travesti’ había sido reemplazada por otra, titulada ‘Hasta pronto’. Al final la frase fue cierta pero solo para mí: fui columnista del Perfil dominical desde 2005 y en 2007 fui, por menos de un año, prosecretario de redacción.   Lo último que escribí antes de renunciar fue un suplemento con toda la verdad sobre la fugaz historia del diario Perfil 1998, diez años después. Lo llamé a Pliner para que diera su versión como uno de sus directores ejecutivos, pero estaba en Brasil. Contestó una semana después. Le conté que me había ido de Perfil, pero seguía con la columna en Deportes. “¿Qué, te sigue interesando el fútbol a vos?”, me preguntó. Le dije: “¡Me gusta Racing, como a vos Dany! Pero, ¿eso que catzo tiene que ver?”. Tenía. En ese momento nacía el proyecto Tiki Tiki, una revista de fútbol para chicos de 8 a 13 años. Un medio que sin antecedentes en la región. Había que probar. Experimentar. Verlo a Daniel Pliner armar las cosas como un artesano paciente y creativo fue un placer adicional.    Farsa, efectos y caos   En ese tiempo descubrí que, en una discusión futbolera, cada uno vuelve a tener 10 años. Esa era la clave. Pliner sacaba la batuta y dirigía. Yo era un solista y Daniel, un fino director de orquesta. Siempre fue así.   Con Pliner, después de 18 años, volví a pisar el edificio de Clarín, de donde fui echado, de un día para el otro, sin aviso y sin causa, siendo Secretario de Redacción. Parecía complicado volver ahí, pero junto a Pliner nada parecía imposible. Daba seguridad. Su convicción era enorme, y se contagiaba. Por esa convicción, seguramente, me cambió la cabeza, ya de grande. No suele pasar. Le gustaba hablar de política y eso hacíamos, todos los días. Había pasado la crisis del campo de 2008 y yo tenía una visión contraria a la suya. Daniel Pliner, con su serena y firme convicción, me hizo ver las cosas de otra manera. Nunca podré agradecérselo lo suficiente. En 2012 escribió algunas columnas para La Nación. Era una época menos cruel y estúpida que ésta, así que le pidieron textos irónicos a favor de los K, como para provocar polémica y discusión. Vaya si lo hizo. El 12 de marzo de 2012 escribió un delicioso ‘Manual de estilo para columnistas anti K’. Recomiendo con fervor su lectura. Está en este link: https://bit.ly/3iIc3PU Daniel Pliner era mi amigo. Un amigo que me marcó la vida. Que me enseñó a ver la verdadera cara de mucha gente. Un hombre culto, pero para nada fatuo. Jamás sobreactuaba. Si supiera que estoy escribiendo esto, me diría: “Cuidado con lo que escribís, Huguito…”. Y yo le respondería: “Morirse no es nada Daniel, el tema es quién te escribe la necrológica…”. Voy a extrañar esas charlas, Pliner. Te voy a extrañar el resto de mi vida, vos sabés. (Fuente www.perfil.com).

Los fundamentales después del cierre

Friday, 04 de June de 2004 12:14:55

From: Andres Soto

Subject: Re(2): Fallecimiento

To: News

 

Con lágrimas leí a Martolio. Podría agregar muchas palabras más, pero ahí está todo lo que siento y lo que seguramente sentimos todos los que nos cobijamos en su amistad, su calidez, sus ironías y sus broncas. Alguien me dijo una vez que al padre se lo empieza a extrañar cuando uno quiere preguntarle algo y no tiene a quien hacerlo. Horacio fue ese padre a quien ya no le podremos hacer preguntas que sin él no tendrán respuesta. No crean los que no lo conocieron que la muerte ha mejorado a Horacio. No se podía ser mejor de lo que él fue. Chau, Horacio. Te querremos siempre.

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Entre los fundamentales de Semanario estuvo Horacio Panero, que fue jefe de circulación de Editorial Perfil. Con un extraordinario conocimiento de una actividad que tuvo que aprender de grande, cuando la encíclica de Paulo VI lo mandó a la quiebra, Horacio Panero le puso el cuerpo a una publicación que en un principio no aparecía como un gran negocio para los distribuidores ni para los canillitas, por su bajo precio, y que más tarde demandó un gran esfuerzo para llegar hasta los pueblos más remotos. De hecho, Semanario triplicaba sus ventas en el interior del país, con respecto a Capital y Gran Buenos Aires. Vale la pena aclarar cómo una encíclica papal pudo haberlo enviado a la quiebra: Horacio había desarrollado un negocio que consistía en importar catecismos de lujo para las comuniones, desde Italia. Hermosos, nacarados, los más caros. El último embarque estaba en medio del Atlántico en 1967 cuando la Encíclica Populorum Progressio estableció cambios en el catecismo que inutilizaron los que estaban en viaje. Su amigo de la vida Alberto Fontevecchia, compañero en la escuela gráfica de la obra Don Bosco, lo incorporó a su taller gráfico y más tarde recaló en Perfil hasta su jubilación. Murió en junio del 2004. Edgardo Martolio lo recordó desde Brasil. Yo desde Chile.

J.A.S.

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“A todos los que hablan hoy de vos, les digo que eras bueno con tus hijos, malo con los malos, irreemplazable con Cristina, ingenuo con los ojos, franco con la risa, incansable con la cámara, transparente de corazón, curioso de oficio, amplísimo de amigos y fraternal conmigo. Para los desmemoriados, llevamos una cinta negra en tu memoria. Yo no llevo un luto. Llevo prendida una carcajada tuya de repuesto”. Fragmento de una carta de Guillermo Cantón a José Luis Cabezas del 31 de enero de 1997, a seis días del asesinato de Cabezas, uno de los preferidos de SEMANARIO cuando Carlos De Simone estaba al frente de la revista.
Alejandro Homenaje en Serra Talhada 3.jp

Com a máquina nas mãos, ele viveu como vivem os poetas

Alejandro Jorge García Mosca, "Mosquito", se enamoró en SEMANARIO de su compañera de tablero. Se fueron juntos a Pernambuco, tuvieron hijos, Mosquito se volvió a enamorar, esta vez de un movimiento que luego se llamaría Sem Terra y partió con ellos para documentar fotográficamente su avance hacia el Sertao, de donde no volvió nunca. Así lo despidieron sus compañeros de Serra Talhada 

felix fassone— 14 de março de 2019

Senti um amargo profundo com a noticia lida um ano e meio depois. Depois pensei que essa maneira de conhecer a morte do amigo, era próprio de Mosquito. Para Alejandro tudo era diferente. Conheci sua figura impar em 1978, nossas filhas brincavam juntas no zoologico de Plaza Italia e nossa relação de laboral passou rapidamente a ser afetiva. Não quero colocar adjetivos em sua personalidade, simplesmente gostaria de lembrar o seu bonito modo de olhar para as cosas boas da vida. Tchau Alejandro, Tchau Mosquito

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José Andrés Soto— 15 de março de 2019

Não há muitas notícias de Serra Talhada nestes lados. De vez em quando, Alejandro reaparecia de alguma forma: cartas nos anos 80, telefone nos anos 90 e alguns e-mails isolados neste século. Durante anos, ele apareceu e desapareceu com a mesma bondade e inocência que tinha aos cinco anos de idade, quando me convidou para ir ao bar na esquina da nossa casa e deixou a conta a ser paga pelo pai, que não sabia da nossa primeira aventura. Hoje, 14/03/19, através dos intrincados caminhos da internet, eu me informei que Alejandro não está mais conosco há um ano e meio. A notícia é muito amarga. Mais vocês, seu povo de Serra Talhada, adoçou-a com seus comentários. Quando o visitei há vinte anos, acompanhado pelo nosso amigo Felix Fassone, alguém da cidade nos disse: "quanto você aprecia Alejandro, para visitá-lo de tão longe". Respondemos que "a estrada que leva à casa de um amigo nunca é longa", mas essa frase roubada de Juvenal ganhou valor absoluto quando vimos Alejandro enraizado em sua nova terra, aquela que ele havia abraçado quando partiu de Recife acompanhando de maneira incerta aos Sem Terra dos anos 80. Com o Alejandro, éramos amigos desde que nasci. Em Mar del Plata, passamos pelos telhados da minha casa para o laboratório de fotografia do pai, fomos juntos para a escola, jogamos futebol na rua, vestimos o Carnaval, andámos de bicicleta por toda a cidade. Ele foi morar em Buenos Aires e passamos muito tempo indo e voltando entre as duas cidades. No final dos anos 70, na capital da Argentina, trabalhamos juntos em uma ótima redação: a da revista Semanario. Alejandro, que havia sido fotógrafo em outras publicações, desenhava as páginas. Ele se apaixonou, assim como havia se apaixonado antes e se apaixonaria mais tarde, e partiu para Pernambuco com sua câmera Leica em suas mãos e seus princípios em seu coração. Eu só quero que todos vocês saibam que a pessoa que vocês conheceram em Serra Talhada é a mesma, foi a mesma ao longo de toda a sua vida, inteira, honesta, solidária, comprometida e muito espiritual. Um amigo maravilhoso.

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La Editorial Perfil se edificó en base al talento y el ímpetu veinteañero de Jorge Alberto Fontevecchia y gracias el enorme capital de  su padre, Alberto Guido Fontevecchia.
Alberto no tenía mucho dinero en los años 70, había creado una empresa modelo de linotipia y las revistas El Ciclón y Weekend, entre otras. Cuando juntaba algún peso, compraba otra linotipo, postergando muchas veces la compra de una casa, siempre con el apoyo de su esposa Nelva, la tercera fundadora de la editorial. Antes de Perfil, ya había creado la primera empresa de fotocomposición en frío, Fobera. El capital de Alberto Fontevecchia creció exponencialmente, pero no en dinero, sino en la confianza de sus proveedores.  Con ese crédito (“Alberto siempre paga”) nació en el quincho de Fobera la editorial que una década y media después se convertiría en la más importante de la Argentina y la segunda de Sudamérica.
Estábamos parados frente al tablero de Roberto Mergosa, en los ventanales del quinto piso que dan a la calle Talcahuano. Alberto Fontevecchia me explicaba que los costos gráficos no permitían que el precio fuera inferior a mil pesos. Yo insistía en los 900, “para que se note que cuesta la mitad que las otras revistas”. Asumió el riesgo, salimos a $ 900 y un día después en una parrilla de la costanera festejamos con nuestras esposas (Nelva era quien cuidaba las finanzas) el futuro éxito de Semanario.
Alberto Fontevecchia tenía muchas virtudes pero fundamentalmente era una buena persona, con una conmovedora fidelidad a sus amigos del colegio salesiano donde se formó como gráfico.

                                                                                                                      ANDRÉS SOTO

MAURO VIALE

(8/8/1947 - 11-4-2021)

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Mauro Viale fue colaborador de Semanario desde los primeros números, a fines de los 70 y comienzo de los 80. Llegaba con su material el día de cierre, lo entregaba a la redacción y charlábamos sobre la vida, la familia, el periodismo, el judaísmo. Nunca dejó de ser Mauricio Goldfarb. Su nombre artístico responde a una época en la que en el periodismo deportivo se usaban los seudónimos. Otro relator de aquellos años, Jorge Bullrich, por ejemplo, se llamaba Jorge Giacomelli. Los primeros años de Semanario coincidieron con el momento en el que Mauro Viale estaba desarrollando el mejor de sus personajes, que respondía a la esencia del periodismo, ser el preguntón, no el sabelotodo. Lo hizo con Rolando Hangling en la radio y lo perfeccionó en la televisión elevando a Enrique Macaya Márquez a la condición de experto y reservándose siempre el lugar del que quería saber. No firmaba sus notas. Era nuestro topo en la televisión. Semanario publicaba las primicias que nadie sabía de dónde venían. Mauro siempre tenía información, nunca develaba las fuentes. Después creó otro personaje, polémico, y finalmente resumió toda la experiencia en un conductor campechano, con espíritu amateur y solvencia profesional. Ya se estarán sacando chispas con Jorge Omar Novoa, irónicos, inteligentes y desenfadados.

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